—Cuando te pedà que fueras militar como lo han sido todos tus antepasados, como lo soy yo, que me siento orgulloso de pertenecer a ese glorioso Cuerpo, has reÃdo desdeñoso eligiendo esa maldita astronomÃa, donde creÃas hallar una fuente inagotable de sorpresas —dijo furioso, sacudiendo el cuerpo atlético, que para su desesperación permanecÃa como siempre, tieso e indiferente—. Te dejé por inútil; supe en seguida que bajo esa sonrisa helada se escondÃa una voluntad indomable y no quise luchar con tu irascible carácter. Hoy es diferente. Hoy te prohÃbo marchar a esa isla y, si por encima de mis deseos y mi cariño insistes en marchar, puedes decir desde ahora que no tienes abuelo; puedes decir que eres una criatura despreciable, repudiada por el único ser que te querÃa en la tierra. Te doy a elegir. Analiza el pro y el contra, pero en este mismo momento; no admito ni una pequeña tregua.