Colgó y miró de nuevo la hora en su enorme reloj de oro. Cuando se casó con Xuxa, aquélla se lo regaló y él a ella una sortija de brillantes. Gastó todo lo que tenÃa en aquel regalo. Realmente fueron tiempos preciosos.
Entonces él era más sano, más honesto, más franco.
No es que a la sazón fuese un sádico, peroÂ… En fin, algo sà que lo estaba siendo. Todos los dÃas se prometÃa a sà mismo decÃrselo a Bertina.
Aquello duraba demasiado tiempo y era sincero. Al menos él por tal lo daba. Pero no comprendÃa cómo podÃa amar a dos mujeres a la vez, mas era asÃ, aunque pareciera una incongruencia.