Maige no negaba nada.
Pero sabÃa una cosa.
Y de ahà sà que no la desmontaba nadie.
QuerÃa a su marido. Estaba enamorada de él y era madre de un niño de cinco años, y por seguir a su padre, el cual se creÃa insultado y seguramente no lo estaba, habÃa roto con todo. HabÃa abandonado el hogar de su marido.
¿No podÃa por ello perder al marido y al propio hijo?
Eso la volvÃa loca.
Pero su padre no parecÃa tener en cuenta nada de aquello.
SeguÃa gritando furioso.
—¿Echarme a mà de su casa? ¿Pero qué se ha creÃdo el muy paleto?