—La señorita Diana… no ha vuelto.
Daba por descontado que Diana habÃa salido.
—No, mÃster Hurt.
Claro.
Era como para partirse el pecho cada vez que la veÃa salir y regresar a las tantas.
Él tendrÃa que decirleÂ… «Tu padre está en la agonÃa. ¿No te das cuenta? ¿Por qué has de ser tú tan frÃvola? ¿Y por qué yo tan débil?».
Pero no.
Nunca dirÃa semejante cosa.
—¿No pregunta mÃster Brian porÂ… ella?
—Como siempre, señor, le he dicho que está en cama.