—He dicho que me escuches, Ana —tronó.
Y Ana, que nunca le habÃa visto tan enfadado, se menguó en la butaca y se hinchó de resignación. —Aquella simplÃsima compañÃa se convirtió, al cabo de los años, en una empresa importante, compuesta de quince barcos trasatlánticos. Y esta compañÃa pertenece mitad por mitad a los Espinosa y a los Segura.
Cuando tú naciste, el hijo de Espinosa tenÃa diez años, y acordamos entre las dos familias, que un dÃa, cuando tú y Alfredo tuvierais edad apropiada para casaros, formarÃais la gran compañÃa matrimonial, que es como decir, afianzar nuestra unión financiera y amistosa. ¿Me has comprendido, Ana?