DebÃa ser muy tarde cuando oyó un portazo.
Hala, como si la casa fuera sólo suya.
El portazo habÃa sido tan fuerte que hizo estremecer el piso.
Oyó sus pasos avanzar sin titubeos.
Por supuesto, no se pararÃa en su puerta.
Miró la esfera de su reloj luminoso.
Las cinco.
Pues podÃa haberse quedado con ella.
¿Qué papel estaba representando?
Se alzó de hombros sin dolor.
Eso era antes. Cuando dolÃa aún, como si la herida estuviera reciente.
Pero a la sazón estaba ya cicatrizada.