Bastaba verle para darse cuenta de que para Ralph Kruger, aquellos tres meses fueron una aventura pasajera.
—¡Una aventura!
Cuando para ella eraÂ… toda su vida.
—He pasado unos dÃas preciosos a tu lado —dijo Ralph, ajeno a los pensamientos de la joven—. Plenos de felicidadÂ… No es fácil olvidarte a ti, Mag. Te aseguro que no es fácil.
Pero se iba.
Y no se daba cuenta de que ella, en aquel cariño, fugaz para él, firme y sincero para ella, habÃa dado toda su vida. Toda, absolutamente toda su vida.
—Te prometo —decÃa Ralph consultando el reloj— que cuando venga por aquà pasaré a verte. Te lo prometo.
Y creÃa en su propia promesa.
Ralph era asÃ.
Lo tenÃa todo. No le faltaba nada.