—Cómo te mira —dijo Milly, asombrada—. Parece que te desnuda.
Grey juntó las manos sobre la mesa y las apretó con fuerza. A través de un amplio espejo situado junto a la barra, sentÃa los ojos desconcertantes del hombre del «Rolls» fijos en su persona. Era una sensación horrible, insoportable.
—Vámonos —dijo a su amiga—. No puedo soportarlo.
—¿Te miró más veces as�
—SÃ. —¿Quién es?
Salieron del brazo, presurosas. A Grey le pareció que su espalda ardÃa. Sintióse a la vez cohibida y desconcertada. Ella no era una vampiresa. TenÃa veinte años y nunca habÃa tenido novio, y además las miradas de los hombres la asustaban, cuanto más la de aquél que poseÃa una mirada quieta, dé acero desleÃdo.
—Claro que no le conozco. Bueno, conocerlo no. Sé lo que se dice de él en Bangor.