Mabel, nerviosa y excitada, irrumpió en la alcoba de Alexia.
—Oye, oye, me ha llamado el chico de esta tarde.
Alexia ya no se acordaba de tal chico. Se hallaba inclinada hacia el secreter donde mantenÃa abierto el grueso libro de texto, iluminado por un flexo corto. Mabel le cerró el libro y se sentó a medias en la esquina del secreter. VestÃa pijama y bata e iba descalza. Alexia pensó que su prima era una chica estupenda si no fuera por su frivolidad, su vanidad y su poco juicio. Pero todo eso también se lo disculpaba dada su posición económica. No hubiera podido parecerse a Mabel, pero aceptaba que lo fuese ella.