Cuando un hombre, joven, fuerte, robusto, con una salud a prueba de bombas, y nada mal parecido, dicho sea sin falsa modestia, se encuentra en la situación en que yo me encontraba en aquellos momentos, entonces, el nombre propio suena a burla. Es, como suele decirse, una ironÃa del destino. Porque yo me encontraba arruinado y sin trabajo. El apellido es Kabb y el nombre Prosper. Los amigos hispanos me llamaban Próspero. Mi situación personal no concordaba en absoluto con el nombre. No habÃa nada de prosperidad en mà aquel dÃa, cuando la patrona me habÃa arrojado a la calle, quedándose con mi maleta, ya que llevaba tres semanas sin pagarle el hospedaje.