En muy pocas ocasiones somos
dueños de nuestra vida, porque las acciones de nuestro dÃa para conseguir la
meta de un futuro, nada tienen que ver con las que el “destino” nos tiene
asignadas. Algo asà debÃa pensar Sara, cuando tras años de dura lucha, todo su
mundo quedó en manos del azar y del hombre que se empeñó en ser el dueño de su
corazón.