Cuando la pantalla del televisor se apagó de improviso, justamente cuando el segundo proyectil se deshizo en el vacÃo, George Prone, sobresaltado al comprobar que la aguja del velocÃmetro, para colmo de males, empezaba a retroceder, exclamó: — ¡La velocidad está disminuyendo!Y con ansia incontenible, dirigiéndose al hombre que habÃa sentado a su lado, en el puente de mando de la astronave, cogiéndose con la mano el tubo de oxÃgeno, agregó:— ¡Por favor, eche un vistazo a la aguja y dÃgame que estoy en un error, Diaper!Pero el joven ingeniero, por desgracia, no habÃa sufrido equivocación alguna.