Llevaba tiempo acostado sin poder conciliar el sueño.
Como casi todas las noches, desde el dÃa de la horca. Era una pesadilla que se iniciaba antes de dormir, con plena consciencia.
Se repetÃa una y otra vez, implacable como la muerte.
No podÃa dormir y los párpados le pesaban dolorosamente, y los recuerdos arañaban su corazón como la garra descarnada de un buitre, y maldecÃa, y se maldecÃa porque, a pesar de todo, de la muerte y de la horca, continuaba amándola, deseándola.
Pero no habÃa podido hacer otra cosa. Deseaba mucho más el poder y la riqueza y algo habÃa que sacrificar para obtenerlos.
Si pudiera olvidar...
Si pudiera dormir en paz.