Brenda se cubrió la cara con las manos, estremecida. Por entre los dedos crispados balbuceó:
—Me miraba… ¡Estaba mirándome!
—Pero ¿quién?
—Aquella cosa…, aquella cosa horrenda.
—¡Diablos! ¿De qué estás hablando, Brenda?
—No lo sé…, no sé lo que era. ParecÃa una cara, pero era horribleÂ… no era humanoÂ… no era nada de este mundo.