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Volverás a Región de Benet, Juan

de Benet, Juan - Género: Ficcion
libro gratis Volverás a Región

Sinopsis

La gente de Regi?n ha optado por olvidar su propia historia: muy pocos deben conservar una idea veraz de sus padres, de sus primeros pasos, de una edad dorada y adolescente que termin? de s?bito en un momento de estupor y abandono. Tal vez la decadencia empieza una mana?ana de las postrimer?as del verano con una reuni?n de militares, jinetes y rastreadores dispuestos a batir el monte en busca de un jugador de la fortuna, el donju?n extranjero que una noche de casino se levant? ?con su honor y su dinero?; la decadencia no es m?s que eso, la memoria y la polvareda de aquella cabalgata por el camino del Torce, el frenes? de una sociedad agotada y dispuesta a creer que iba a recobrar el honor ausente en una barranca de la sierra, un mont?n de piezas de n?car y una venganza de sangre. A partir de entonces la memoria es un dedo tembloroso que unos a?os m?s tarde descorrer? los estores agujereados de la ventana del comedor para se?alar la silueta orgullosa, temible y lejana del Monje donde, al parecer, han ido a perderse y concentrarse todas las ilusiones adolescentes que huyeron con el ruido de los caballos y los carruajes, que resucitan enfermas con el sonido de los motores y el eco de los disparos mezclado al silbido de las espada?as al igual que en los d?as finales de aquella edad sin raz?n qued? unido al sonido acerbo y evocativo de tri?ngulos y xil?fonos. Porque el conocimiento disimula al tiempo que el recuerdo arde: con el zumbido del motor todo el pasado, las figuras de una familia y una adolescencia inerte, momificadas en un gesto de dolor tras la desaparici?n de los jinetes, se agita de nuevo con un mortuorio temblor: un frailero rechina y una puerta vacila, introduciendo desde el jard?n abandonado una brisa de olor medicinal que hincha otra vez los agujereados estores, mostrando el abandono de esa casa y el vaci? de este presente en el que, de tanto en tanto, resuena el eco de las caballer?as. Cuando la puerta se cerr? en silencio, sin unir el horror a la fatalidad ni el miedo a la resignaci?n se hab?a disipado la polvoreda: hab?a salido el sol y el abandono de Regi?n se hizo m?s patente: sopl? un aire caliente como el aliento senil de aquel viejo y lanudo numa, armado de una carabina, que en lo sucesivo guardar? el bosque, velando noche y d?a por toda la extensi?n de la finca, disparando con infalible punter?a cada vez que unos pasos en la hojaresca o los supiros de una alma cansada, roben la tranquilidad del lugar.