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He conocido Estación de máscaras gracias a Masa Crítica de Babelio y a Drácena Ediciones, pues no sabía de la existencia de esta bilogía que en principio iba a ser una trilogía. Se puede leer de forma independiente de la primera parte, Un retrato en la geografía, ya que aunque el protagonista es el mismo, la historia de Estación de máscaras se entiende perfectamente sin necesidad de leer el anterior. La historia se desarrolla en Caracas, Venezuela, en el escenario que precede al golpe de Estado. El protagonista es Álvaro Collado, que salió de Caracas hace diez años, los cuales se los ha pasado estudiando en distintos países. Álvaro se fue después de un suceso que tuvo lugar cuando estudiaba en la universidad: hubo un altercado en el que falleció el agente Lázaro Agotángel, dejando dos hijos y una hija. Desde ese momento, Álvaro se sintió responsable de esa familia aunque no fuese él quien matara al agente Agotángel, por lo que mandó a su familia a procurarle un futuro a esos dos chicos y a la por aquel entonces niña.Mientras Álvaro está fuera, las vidas de los amigos que deja en la ciudad continúan cambiando significativamente, por lo que cuando vuelve tiene mucho que descubrir y conocer. Conoce al hijo mayor del agente fallecido diez años atrás, Lázaro José, que ahora se hace llamar Lázaro Agotángel como su padre. Una de las sorpresas que se lleva es la amistad que este tiene con su antiguo amor, ahora divorciada y con una hija que Álvaro conoció siendo una niña pequeña y ahora se ha convertido en una mujer, con gran parecido con su progenitora y una gran inteligencia que le hace mantener con Álvaro conversaciones muy interesantes. En medio del panorama político, que es la base de toda la novela y que podría decirse que conforma el 80 % del contenido, también hay historias de embrollos familiares, líos amorosos, amistad y situaciones propias de la sociedad de la época. Me ha parecido una novela muy interesante por el tema que trata, pero quizá he encontrado demasiada «paja» innecesaria en la trama que ha hecho que la primera parte del libro se me hiciera un poco cuesta arriba por la lentitud de la narración y de las explicaciones de algunas cosas, en mi opinión, que no aportaban demasiado a la historia en sí. De la ambientación y de los personajes he de decir que las descripciones explícitas han hecho que me formara una idea muy fiel de todo ello, y es algo que siempre agradezco; esas explicaciones sí considero que son necesarias en cualquier novela o relato.En general, considero que está bien construida, pero que se ha intentado hacer de un relato una novela y de ahí tanta información irrelevante. Aun así es una buena historia que no deja ningún hilo suelto, que muestra la realidad de la época y que tiene un final que, aunque sorprendente en algunos aspectos, se podría intuir desde unos capítulos atrás. En definitiva, es una historia muy bien documentada y, como ya he dicho, me ha gustado saber más cosas de la sociedad y la situación de esa época en Venezuela. Aunque las dos partes de la bilogía se pueden leer de forma independiente, leeré ?Un retrato en la geografía por la curiosidad de saber cómo era la vida de Álvaro Collado antes de marchar a estudiar al extranjero durante diez años.

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Esta novela forma parte de una bilogía, pero no hay problema en leerlas de forma independiente, de hecho, esta que nos ocupa arranca con un recordatorio de lo acontecido en su predecesora y de los motivos que causaron el destierro de su protagonista, Álvaro Collado, diez años atrás.Estamos en las semanas previas al golpe de estado en Venezuela, en una revuelta en la Universidad un policía resulta muerto por una bala perdida. El sentimiento de culpa pesa como una losa sobre Álvaro y desde Europa solicita encarecidamente a su acomodada familia que ayude en lo posible a la familia del fallecido y de alguna forma ejercer de tutores del mayor de los hijos, Lázaro Agotángel, un chico un tanto áspero e intratable, pero muy despierto en cuanto a la situación en la que se haya su país y sobre cómo y cuánto quiere prosperar.Y esto es lo que nos encontramos, un Álvaro que tras tantos años fuera desea recobrar su vida allí abandonada y un Lázaro Agotángel dispuesto a conseguir sus objetivo. Girando entorno a la vida de la Venezuela del momento, del auge del petróleo, de la agitación social que supuso, de la audacia de sus habitantes y del más bajo fariseísmo.Aunque estamos ante una historia entretenida y con una temática realmente interesante, sí es cierto que el estilo del autor no ha terminado de engancharme, utilizando el recurso de la narración a dos tiempos, de la analepsis, pero de forma un tanto inconexa, conseguía que en algunos momentos me encontrara algo perdida en el transcurrir de la trama.

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Este libro es el segundo de una bilogía, por eso, en el primer capítulo se recuerda cómo el protagonista, Álvaro Collado tuvo que huir del país ante la posibilidad de ser detenido por disparar a la policía en una manifestación universitaria. Durante esa manifestación murío el policía Lázaro Agotángel. Alvaro insiste a su familia para que ayude a la familia del policía muerto y se haga cargo de la educación del hijo mayor, también llamado Lázaro. El regreso de Alvaro Collado se produce diez años después. Vuelve a una Venezuela donde las intrigas políticas están en todas las conversaciones y los golpes de estado se suceden. En Cáracas intenta retomar sus amistades, sus relaciones con unos personajes atrapados en una red de intrigas personales y políticas. La personalidad idealista de Alvarole impide desenvolverse con provecho en esa Caracas, donde todos llevan sus máscaras, escenario de las ambiciones de todo un país, del ansia por el dínero fácil y los grandes negocios inmobiliarios a la sombra del gobierno autoritario de turno. En Estación de máscaras la historia se presenta a veces algo deshilvanada por la utilización del uso del flashback y la alteración del tiempo. Es muy cinematográfica la presentación de las escenas y la forma y estilo de los diálogos. El final me pareció demasiado rápido y algo sosrprendente. La lectura resulta entretenida.