La investigación era realmente insólita. TenÃa que reunir las pruebas de su propia culpabilidad porque la justicia ya habÃa elegido a un reo y nadie le daba crédito. Pero el asesino era él. Él habÃa matado. TenÃan que creerle. Y lo habÃa hecho porque sólo le quedaba un año de vida y habÃa decidido llevarse por delante a un ser verdaderamente dañino. No podÃa tolerar, aunque no sabÃa cómo evitarlo, que un inocente pagara por lo que habÃa sido una decisión suya, propia, frÃa y clara.