Sor Juana Téllez de Fonseca, abadesa del monasterio de Santa Clara de
Tordesillas, se queda pasmada cuando, tras regresar Cristóbal Colón de
su primer viaje, conoce que los indios, los habitantes de aquellas
lejanas latitudes, van desnudos, tan desnudos como los hombres vienen
al mundo.