«Acuérdate de lo que te voy a decir, que esto es palabra de Dios: hoy será la ducha del gimnasio. Mañana, tu vida entera. Y tú vas a ser tan imbécil como para servÃrsela en bandeja de plata.»
En un principio, no pensé que ignorar aquellas palabras me iba a costar tan caro. Me las dijo allá por dos mil dieciocho, cuando creÃa que estaba exagerando y solo me lo mencionó porque estaba un poco celosa. Era joven y estaba equivocada.
Aun asÃ, ¿cambiarÃa lo que pasó? Mirando atrás, conociendo todo en conjunto, dirÃa que no porque, si no hubiese ocurrido exactamente asÃ, no estarÃa donde me encuentro hoy, a pesar de que fue la época más inestable que jamás habÃa experimentado.
¿A qué me refiero?, te preguntarás. A ciertos años de mi vida, la vida de Cristina Coll, en la que descubrà que no todo es blanco o negro, que no puedo salvar a todo el mundo y, sobre todo, que necesitaba que alguien me ayudase a mÃ.