Un relámpago iluminó fugaz la oscuridad de la noche.
Muy fugaz, aunque lo suficiente para permitir descubrir la satánica figura de un macho cabrÃo. En lo alto de un cercano promontorio. Con sus llameantes ojos fijos en los sectarios.
De nuevo la oscuridad.
Desapareció la figura del macho cabrÃo.
Fue remplazada por una borrosa sombra que comenzó a caminar hacia los reunidos.
Quedó visible al aproximarse a la hoguera.
Un hombre alto. De felinos movimientos. El pelo muy rubio y abundante. Rostro atractivo. Sus azules ojos con un intenso brillo. Los labios carnosos y sonrientes.
Se cubrÃa con una roja capa sujeta al cuello por un cordón dorado.
—¡LeonardoÂ…! ¡Es LeonardoÂ…! —exclamaron jubilosos los adoradores de Satán. ¡Leonardo, prÃncipe de la lujuria, el vicio y la corrupción! ¡El seductor Leonardo!