John JoggerstÂ…
En elegante traje negro. El rostro con marcadas arrugas. Las pobladas cejas semiocultando los cerrados ojos. Los labios hundidos en mueca fijada por la muerte. Sus manos enfundadas en blancos guantes. En el dedo Ãndice de la mano izquierda un valioso anillo. Un sello de oro representando la cabeza de un lobo. Los ojos eran dos brillantes de incalculable valor.
Joggerst habÃa dado orden de ser enterrado con ese anillo.
Se cerró el ataúd.
Los allà presentes respiraron aliviados.
No resultaba agradable contemplar el cadáver de John Joggerst. TenÃa algo extraño. La mueca de su rostro. Aquellas enguantadas manosÂ… Algo imposible de definir, pero realmente sobrecogedor.
La pesada losa de mármol aisló definitivamente a John Joggerst del mundo de los vivos.
Ninguna lágrima.
Nadie lloró.