Geraldine respiró profundamente para recuperar el dominio sobre sà misma. Luego, tras sentir que cedÃa el asustado martilleo de su corazón, continuó andando. En sus dÃas libres le gustaba abandonar la mansión de Baxterding, salir de la localidad y aventurarse por el cercano bosque. Por sus atajos, por sus senderos por sus cimbreantes caminos. ¡Era todo aquello tan hermoso! ¡ExistÃa por doquier una gama tan sugestiva de tonos verdes! Pero acababa de ponerse muy nerviosa al volverse y ver que el sendero por el que habÃa avanzado ya no existÃa.