La noche estaba muy oscura y Rebecca sintió miedo. Pero era una prostituta. No era otra cosa. TenÃa que salir a la calle a buscar clientes. Respiró hondo y se adelantó hacia el farol que tenÃa más próximo, bajo cuya luz, con el vestido muy ajustado y el rostro muy maquillado, se quedó esperando. No vio a nadie por las estrechas aceras y empezó a pensar en lo agradable que serÃa descansar unos dÃas en la casa de su madre, cerca de Baldingsson. La verdad es que nunca le habÃa gustado aquello. Por eso se fue de allÃ, convencida de que en la ciudad podrÃa conseguir todo lo que se propusiera. Pero no habÃa sido asà y habÃa acabado prostituyéndose.