El amplio grupo de pensadores que en las historias de la filosofÃa se denomina de los presocráticos es tan heterogéneo en doctrinas y geografÃa que apenas se justifica un tÃtulo global que los incluya a todos, salvo por el hecho cronológico de que vivieron antes que Sócrates. Además, sus escritos nos han llegado de modo tan fragmentario que su lectura requiere una previa labor de interpretación, una tarea hermenéutica, sobre estos breves textos, pecios densos, con una dimensión poética y a menudo enigmáticos. A partir de la ya clásica recopilación de Diels-Kanz, un equipo de profesores de Historia de la FilosofÃa Antigua de la Universidad de Buenos Aires, dirigido por C. Eggers Lan, ha reordenado y completado este repertorio, en una tarea filológica e histórica que busca no sólo la máxima fidelidad a estos textos difÃciles, sino reflejar con claridad y rigor, mediante numerosas notas e introducciones, el sistema filosófico y conceptual latente y el contexto cultural de los fragmentos. Y a pesar de la enorme importancia de todas estas aportaciones para el acceso al pensamiento anterior a Sócrates, no estarÃan completas sin otra novedad decisiva que ofrece esta edición: recoger no sólo los escasos fragmentos que nos han llegado directamente de los presocráticos sino las múltiples referencias a ellos de autores griegos posteriores. De este modo es posible delimitar con precisión qué sabemos a ciencia cierta que dijo cada uno, y qué se le ha atribuido después, asà como acceder al diálogo. Con ello se posibilita un conocimiento real de las diversas doctrinas, que cobran una vida propia y dejan de ser resúmenes para manuales de historia de la filosofÃa.
Este primer volumen incluye a los pensadores jónicos, a Pitágoras y los primeros pitagóricos, a Alcmeón de Crotona y a Jenófanes, a Heráclito y a Parménides. Entre los primeros (que al margen de tener a Jonia como origen de su actividad, difÃcilmente pueden ser considerados una escuela especÃfica, pues sustentaron posiciones filosóficas muy diversas) están Tales de Mileto (h. 624-h. 546 a. C.), Anaximandro (h. 610-h. 546 a. C.) y AnaxÃmenes (h. 546-526 a. C.), quienes buscaron el principio de todo, una sustancia originaria y primordial subyacente a la realidad. El brumoso Pitágoras (tal vez un chamán milagrero que organizó un sólido grupo en la Magna Grecia) y sus primeros seguidores (sobre todo Filolao) nos han legado la creencia en la transmigración de las almas y una concepción matemática del mundo, que estarÃa organizado según relaciones numéricas. Heráclito y Parménides son dos jalones fundamentales, dos versiones encontradas que sólo el genio sintetizador de Platón serÃa capaz de armonizar. Heráclito de Éfeso (540-480 a. C.) postuló un logos universal que lo rige todo, el orden cósmico y social, los procesos naturales y humanos, que sólo los sabios son capaces de desvelar, una identidad entre cambio y permanencia cuya expresión es el fuego. Parménides (primera mitad del siglo V a. C.) sentó en un poema de 150 versos las bases del pensamiento eleático acerca de la realidad del ser eterno y la irrealidad del cambiante mundo fenoménico.
He aquÃ, pues, todos los textos conservados de los fundadores del pensamiento filosófico occidental, en la aurora de la búsqueda del Ser y del sentido del cosmos, y que desde Nietzsche hemos vuelto a valorar como padres de nuestra tradición filosófica.