Pese a lo que nos pueda indicar el tÃtulo, esta antologÃa no se decanta por una visión especialmente perversa de los infantes, aunque, eso sÃ, mantiene a la infancia como nexo de unión. El relato de Bradbury es caracterÃstico del autor: le bastan unos pocos trazos para construir un microcosmos, y escasos personajes para llevar el conflicto o idea central a su esencia. Y en cuanto al estilo, no hay descubrimientos: se vale de la repetición pleonástica y del paralelismo sintáctico, entre los recursos más frecuentes, para dotar a su prosa de una inconfundible eufonÃa, esta vez a juego con las canciones infantiles de las que aprenderemos un reverso macabro.