En la taberna el ruido era ensordecedor, pero a ellos no les importaba lo más mÃnimo. La chica que les atendÃa pasaba a menudo por su mesa y les llenaba las copas cada vez que las descubrÃa vacÃas, y anotaba en un papel las consumiciones. No era muy instruida y sumaba fatal. Ya se habÃa equivocado en la cuenta tres veces a más.